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Richard Feynman sostenía que había mucho espacio en lo más pequeño, y estaba en lo cierto. 60 años después nos hemos volcado hacia un mundo nanoscópico (¿mesoscópico?) de la mano de la ciencia, la ingeniería y la tecnología. A medida que las técnicas de fabricación se sofistican, estructuras cada vez más pequeñas y complejas se hacen posible, y con ellas el estudio y control de fenómenos que antes parecían inalcanzables. La nanotecnología es entonces el resultado del continuo refinamiento de la ciencia y la ingeniería, pero también la facilitadora de nuevo conocimiento y aplicaciones. Pero ¿cuáles son los límites?